lunes, 11 de noviembre de 2013

05-11-2013

Esos temores también me acechan, constantemente, día a día, y en ocasiones durante horas. Leer a los grandes o a los no tan grandes y ver como publicaron a cierta edad o como fueron sus vidas mientras escribían,  incrementa la sensación de que no tengo plenamente un derecho para escribir para la posteridad.  He visto también lo que usted anota, que las ideas vienen en momentos específicos, donde la sensibilidad está alboratada, inatajable, momentos que no siempre están ni estarán allí y que cuando van a ser retratados en el escrito, como por arte de magia desaparecen ante la cámara, esquivos. Eso me molesta, y luego me aplasta, haciéndome sentir escritor de momentos, que al final no son escritores, sino simples retratistas, lo que definitivamente no es lo mejor para convertirse en el que quizá queramos ser. Me pasa por ejemplo lo siguiente:

Voy en la tarde caminando desde la oficina hasta la casa, indagando, mirando, las palabras amontonándose en la mente, estructurándose, todas ellas queriendo protagonizar el fragmento, el párrafo, una oración. Diría que casi sería dictarlas y tendría un escrito estupendo o por lo menos un buen borrador de algo trascendental. Pero llego a casa, cruzo el umbral y de repente la calidez de la luz de la sala, de mi cuarto, la luz fluorescente del televisor, la imagen de mis gatos, de mi madre, de mi hermana, la paz que brota y que se asienta en mi pecho, empieza a borrar rápidamente las ideas que venían en la cabeza. Como un insecticida, le llamaré “ideascida”, esa paz momentánea destruye y ahoga el resultado de ese momento creativo. Al otro día, el proceso se repite, en ocasiones con mayor fuerza, en otras levemente, pero con el mismo resultado, las ideas del día muertas en el calor de la noche.

29-10-2013

Estoy triste, la culpa mella mi espíritu. Tuve ganas de seguir caminando, hasta cuando las piernas se me doblaran de cansancio, para probar mi valentía, mis fuerzas, para pensar en que realmente si puedo ser diferente a los demás. Pero no lo hice, solo me quedé mirando el tren de oficinistas apurado, una mancha gris, decolorada que caminaba hacia sus pulcras celdas. La culpa hizo aún más mella en mi corazón, y ya no sentí ganas de seguir caminando sino que miraba el puente de la 9ª con 100 y unos deseos enorme de lanzarme y volar se apoderaron de mi mente. Pero tampoco lo hice, volví a ver el ejercito de mis colegas y mi uní a ellos resignado.

viernes, 20 de septiembre de 2013

20-09-2013

Así que me he dedicado a perder el tiempo todos estos años, a evadir la página en blanco, a soñar con cientos de ideas sin escribir ninguna, a tejer en mi mente la vida de  personajes que han muerto antes de nacer, a compararme una y mil veces con escritores muertos, vivos, con amigos poetas, conocidos poetas, estudiantes de letras, aficionados a las letras, snobistas de tiempo completo, incultos que tienen buenos trabajos en linkedin y buenas fotos en facebook y comentarios "sagaces" en twitter. He leído algunos libros y me he rendido y caído de envidia ante quienes muestran todos los que ellos han leído. Ya son 30 años y no aparece un compendio interesante, ni las hojas arrugadas se van a la caneca, ni mi blog ha vuelto a ser alimentado. Es tarde, debe ser tarde, pues siento como el medio día ha pasado y las luces de la tarde empiezan a ser una constante en el firmamento. Me dan ganas de publicar esto en mi facebook, pero es una perdida de tiempo, en medio de tanto ego que allí emana  no hay espacio para confesiones y trozos de diarios.

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Muchas veces me siento errante en esta tierra, como muchos de ustedes, pero a diferencia de esos muchos y de los pocos que faltaron, me siento incapaz de crear o hacer algo que me satisfaga enormemente

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