Hoy es otro día frío en Bogotá. Ayer fue el primer día de Yoga , mucho mejor que la meditación que probé el lunes. Estirarse, respirar, hacer movimientos que nunca había hecho, ayudó. Pero incluso muchos de esos movimientos me recordaron momentos de gran conexión que teníamos juntos. Tenía que detener los pensamientos por un momento y respirar con mayor conciencia.
El día cerró muy raro, veía mi entorno distinto, las calles, los colores, todo era extraño, como si estuviera en un sueño (o pesadilla). Busqué y en lo que encontré decía que era un mecanismo que usaba el cerebro para hacer un cortocircuito por la sobrecarga a la que lo tenía expuesto.
Han sido 20 días horribles, oscuros, como nunca antes lo había vivido, la culpa, la ausencia, el miedo, la angustia, no me han soltado todos estos días. Y aún no sé cuánto falte.
Mañana será una nueva terapia, voy con fe, con la mente puesta en que podré construir una versión nueva en la que primero sea libre para con esto poder de nuevo tocar su corazón. Es una espera terrible en la que aunque me da temor consumirme, pongo todo de mí (aunque no parezca) para hacer una vida nueva.
Escuchando noche sin sueños